131 años de Torres y Sáez

Esta empresa supera, desde hace algunos años, a las personas más longevas. No es normal. Aunque una sociedad mercantil no tenga límites biológicos similares a los humanos, en general duran menos que estos, aquejadas de enfermedades infantiles, relevos generacionales y crisis económicas periódicas, cuando afectan a su sector y la cogen sin suficientes recursos propios para aguatar malos tiempos.

En esta primera parte del año, siempre se nos encoge un poco el corazón por todo lo vivido, desde aquel primer balance de mayo de 1894 que ilustra estas líneas y resume los tres primeros meses de existencia.

Se abría un primer período, presidido por los cambios de socios, que fueron afectando al nombre de la sociedad (el documento inicial adjunto es de Fernández y Cerezo), y la ampliación de su actividad. En un primer momento fue un almacén de metales, después fue entrando en los diversos ámbitos del espacio de la ferretería: actividad mayorista y minorista orientada tanto a empresas y profesionales, como al consumidor final.

Hemos cambiado mucho para ir adaptándonos. Tanto en el nombre que nos damos, como en las actividades que realizamos, los segmentos del mercado al que nos dirigimos y los medios de acercarnos a ellos, mediante redes de vendedores, de tiendas y almacenes y, cada vez más, empleando los sistemas directos que proporciona internet. Es parte de nuestra cultura, evitamos en lo posible caer en la introspección que muchas veces atenaza a las empresas y las bloquea. No es fácil, realizamos esfuerzos permanentes en analizar lo que necesitan nuestros clientes y lo que hacen los competidores, tanto nuevos como veteranos.

Aprender es la base de cambios positivos que permiten seguir siendo útiles a la sociedad a la que servimos, que, por supuesto, cambia también mucho, hay que esforzarse en seguirla. Ahora está muy abierta a sistemas de interacción mucho más directos, también nosotros.

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